viernes, 19 de abril de 2024

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LA CORUÑA

Fecha de fundación 24 de enero de 1964

Historia

Las hermosas provincias gallegas de La Coruña y Lugo ingresaron en el ámbito burgense de nuestra Provincia en 1952, como resultado de la visita y dictamen del P. Hipólito, un vascongado experto en Derecho Canónico y en equilibrios. En realidad, en Roma se les coló un juez y parte ante las reiteradas peticiones de espacio vital que reclamaban nuestros Provinciales con justicia plena. Porque nosotros pedíamos Santander y Logroño; pero tales plazas las tenía San Joaquín atadas y bien atadas y ya sabemos que el vascongado no suelta la presa que muerde. Pasaba por allí San Elías de Castilla, la más Nueva que Vieja, que no acababa de contar las provincias civiles de su dominio, y el buen P. Hipólito, piedra y caballo, dijo que La Coruña, Lugo y León para la Provincia Burgense. Y como Roma firma lo que a Roma va, según explicaba don Teodoro Domínguez, párroco de Roales de Campos, La Coruña, Lugo y León se avinieron con Burgos.

Pasaron diez años, empleados en el triángulo León-Valderas-Benavente y Galicia seguía sola y lejana. En el IV Centenario del Carmelo Teresiano hubo alguna conmemoración en La Coruña y en el aquel garbeo hispano del Brazo de la Santa Madre también fue recibido en la salobre y luminosa ciudad de La Coruña; algunos padres que fueron testigos pregonaron la buena disposición de los gallegos hacia la Orden. Al resultar elegido provincial el P. José María de la Cruz Moliner, se propuso como objetivo preferente la fundación en La Coruña. En realidad, ya en 1952 hubo un proyecto para fundar en La Coruña. En 1956 se tanteó al señor arzobispo de Santiago para fundar en la hermosa ciudad; pero, como buen gallego, no se supo si había dicho que sí o que no. En 1960 se estudió en serio fundar en Lugo y en El Ferrol, entonces del Caudillo, pero no se alcanzó el hecho.

Varias voces insistían en el llamamiento a los carmelitas descalzos. El coro más afinado lo formaban las carmelitas descalzas del Montiño, una altura con vistas deleitosas hacia el mar, la ciudad y la campiña galaica. Las madres deseaban la vecindad de sus padres, según la norma teresiana, y según les había inculcado la M. María de Cristo, una carmelita mexicana, de temperamento de hierro y de espíritu entregado al Señor. La M. María, al no poder cumplir su vocación en su linda tierra se vino a España y en La Coruña estableció su nido. Era entonces (1920) una aldea del suburbio coruñés, de gentes humildes y no muy atentas con las monjas que tuvieron que soportar fuertes molestias durante la II República, hasta obligarlas a emigrar a Navarra. El convento fue hospital de sangre durante la guerra de 1936-1939. Con la paz, volvieron las monjas al Montiño siendo ahora acogidas con cariño.

A poco, se les agregó como capellán un tipo extra-ordinario, un personaje de novela y de poema épico que había sido carmelita, conventual del Monte Carmelo durante el dominio turco y I Guerra Mundial. El P. Demetrio pertenecía a una familia levítica de la alta montaña palentina (Velilla de Río Carrión) y sus hermanos fueron los PP. Constancio y Simón y dos más; uno que siguió la vocación dominicana y murió de obispo misionero en China y otro don Demetrio, sacerdote secular que se sentía carmelita y deseaba acabar su alborotada vida como carmelita con su hábito pardo y capa blanca. El dirigía el coro de las monjas en el llamamiento a los padres.

Existía en La Coruña una extensa y devota dedicación marinera a la Virgen del Carmen. La plaza del Ferrol, Capitanía General de la Armada, era un centro de denso carmelitanismo, que también se adhirió a los buenos deseos. Todo parecía indicar que había sonado en La Coruña la hora del Carmen, a pesar de que los intentos operados en años anteriores por la provincia de Castilla habían tropezado, como tantas veces, con el clero secular. El día 1 de diciembre de 1963 llegaba a La Coruña el P. Valentín de la Cruz con el encargo de ordenar voluntades y cosas en torno a la fundación carmelitana aprobada por la Orden y el Arzobispado y a la espera inminente de la autorización de la Santa Sede. Allí estaba el P. Augusto de los Sagrados Corazones, supliendo la capellanía de don Demetrio que estaba hospitalizado. Las monjas recibieron con tierno alborozo a los frailes que hallaron habitaciones preparadas en la casa del capellán. El proyecto hablado era que la Orden fuera dándose a conocer; que los padres regentásemos la iglesia nueva, dedicada a Santa Teresa; que se buscase algún lugar más a propósito para las madres; cuya independencia de vida quedaba mermada por las nuevas edificaciones y la aguda pendiente del suelo. Los padres compraríamos a las monjas su solar, casa, convento e iglesia y pagaríamos con el solar que a su gusto se consiguiera. Un arreglo entre buenos hermanos. Luego se vería qué hacían los padres en el Montiño: ¿parroquia, colegio, casa regular?

Para darse a conocer, los frailes arbitraron varios medios. Antes de salir de Burgos el P. Valentín, se había proporcionado direcciones de personas coruñesas que podían ayudar. Y a fe que ayuda-ron. La prensa diaria y la emisora de La Coruña se portaron bien. El Ideal Gallego comenzó a publicar algunos artículos; La Voz de Galicia no secundó el proyecto pues seguía una técnica anticlerical. La Delegación de Información y Turismo comenzó a confiar encargos de conferencias; la Sección femenina pidió que se la atendiese en lo espiritual; las Hijas de Cristo Rey, la Compañía de María, las Adoratrices del Servicio Doméstico y las Religiosas Esclavas llamaban. Con las Esclavas del Sagrado Corazón se estableció un pacto de asistencia a religiosas y alumnas por dos años; su Asociación de Adoradores del Santísimo Sacramento nos ayudó con largueza y puso el sencillo oratorio conventual para que con pobreza y afecto viviera Jesús como un hermano más. Algunos párrocos confiaron los sermones patronales.

El 24 de enero de 1964 llegó la autorización de la Congregación de Religiosos y en la iglesia de las Madres se cantó un Te Deum. El P. Augusto abrió las listas de la Cofradía del Carmen y el Carmelo Seglar celebraba en el Montiño sus retiros. Llegaron como conventuales los PP. Juan Cruz de la Sagrada Familia y Julio de la Inmaculada y también el P. Hieroteo de la Virgen del Carmen. En octubre del 64 se incorporó el P. Joaquín del Santísimo Sacramento. El P. Evaristo Renedo pasó largas temporadas ayudando a la comunidad, que quedó agradecida. Finalmente fueron conventuales en el primer trienio los PP. Albino de la Virgen del Carmen y Emeterio Miguel, recién ordenado. El P. Valentín de la Cruz fue nombrado vicario de la comunidad.

La noticia de los carmelitas ya estaba dada. El clero, las familias religiosas y el pueblo sabían que en el Montiño se había encendido una luz para servirles a ellos. Ahora se debería definir el carácter de la fundación y, previamente, buscar y conseguir para las Madres el asiento que merecían. Yendo de un lado a otro, cambiando impresiones y analizando sugerencias, se supo que en Eiris, otro de los lugares absorbidos por La Coruña en expansión, había una finca que podía interesar. Fue a conocer la situación y circunstancias del lugar el P. Vicario y le pareció muy bien. Era un amplio solar independiente, elevado, silencioso, con vistas al Atlántico y a las rías de Sada y de Betanzos. Además se vendía. La madre Priora y su consejo salieron, vieron y volvieron satisfechas. Ahora se debía montar la operación de compra, partiendo del hecho evidente de que la comunidad, tan nueva, no podía afrontarla en solitario, máxime habiendo adquirido con su ahorro un piso para que se alojara el P. Demetrio, ya jubilado como capellán, y pudiera dejar el que ocupaba en la casa de las monjas, que quedaba a propósito para los religiosos.

La Providencia ablandó al dueño y vendedor, don Alfredo de la Peña, para pactar en buenas condiciones la compraventa. La Provincia Burgense garantizaba la operación. En la primavera de 1965 se formalizaron las escrituras. Pero el diablo, que diría la Santa Madre, lo enredó todo con la disposición que emitió el Ayuntamiento de La Coruña, declarando todo ese sector de Eiris de dominio público para ocio y recreo. Los lances de la historia son largos de contar; pero al final se hizo la luz y nada se perdió.

Comenzaron a correr los años, en racimos de tres, según el estilo de la Orden. El frente apostólico se amplió con la creación de la parroquia de Santa Teresa en la iglesia nuestra y confiada a los padres, con lo que los carmelitas descalzos quedaban insertados en la gloriosa archidiócesis del Apóstol. Cuando en Galicia se habla del Apóstol ya se sabe que se refiere a Santiago, el Mayor, que en Compostela yace. Desalojado el convento por las carmelitas descalzas, los frailes optaron por convertirlo en colegio de Enseñanza Primaria. Pocos años más tarde, el P. Pedro de la Virgen del Carmen, del Cuerpo de Maestros Nacionales, y los padres asignados como profesores realizaron una labor específica y cristiana que fue uno de los principales favores que la Orden pudo hacer al barrio. Los cambios sociales de finales del siglo XX aconsejaron la clausura del centro, tras años de funcionamiento.
En La Coruña trabajaron con esfuerzo superiores y conventuales que vivieron jornadas gloriosas con motivo de las fiestas seculares carmelitas de 1982 (muerte de Santa Teresa); 1989 (Bodas de plata de la fundación); 1991 (Centenario de San Juan de la Cruz) y otras, en las que se pudo apreciar el alto grado de aceptación conseguida entre los vecinos. En los anales deben escribirse la perseverancia del P. Augusto de los Sagrados Corazones y los repetidos esfuerzos de los superiores, resaltando los PP. Mauricio Martín, Serviliano Ceballos y Juan José Díaz en el empeño de cerrar los proyectos para gloria de Dios y satisfacción de la Orden.

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