viernes, 29 de marzo de 2024

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Guayaquil



Mons. Aníbal Nieto en San Jacinto de Yaguachi

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En la noche del 26 ya nos juntamos en la comunidad de la Victoria los religiosos que han llegado para la toma de posesión de Mons. Aníbal  Nieto, de su nueva sede de Yaguachi (Guayas, Ecuador).

La comunidad, aunque diminuida se multiplica para recibirnos y acogernos con todo esmero. La mano discreta de Aníbal  no deja de sentirse desde el primer momento.

El P. Pablo nos ha ido a esperar al aeropuerto y disponen ya todo para nosotros, que vamos a hacer en esta jornada una experiencia de fraternidad misionera.

Nos hemos juntado a los hermanos de Guayaquil, Mons. Gonzalo López, Mons. Braulio Sáez, P. Marcos Juchem, que ha interrumpido su visita a Argentina y trae un mensaje de N. P. General, el P. José Setién, el P. Carmelo, Delegado provincial, el P. Pedro Saiz y el P. Gabriel. Hablan de que vendrá Mons. Luna pero al fin o se presenta; casi mejor, el clima está tan bravo, que su estado de salud parece que no le permitiría estos excesos tropicales.

Lo primero en la mañana es visitar al p. Vidal que se encuentra estos días en relativo buen estado, dentro de su postración y limitaciones. Felicitamos a la comunidad por el esfuerzo de atención día y noche al P. Vidal en esta su casa. Vidal contesta como puede a nuestras amontonadas preguntas sobre su estado. Inclina la cabeza, puede decir sí  y no. En fin mucho mejor de lo que hace unas semanas, al decir de los hermanos y cuidadores.

Por la mañana nos uniformamos con una blanca guayabera impoluta que nos ha proporcionado el mismo P. Aníbal  –no se le escapa ningún detalle, hasta la talla es proporcionada a cada sujeto y estatura-; en fin, que no se deja ganar Aníbal  por nadie en atenciones.

Han alquilado los padres una buseta para trasladar al equipo OCD. Se nos añaden dos hermanas adoratrices que estuvieron antes en el proyecto de atención a las prostitutas; ahora lo va a proseguir una obra dependiente de los Jesuitas, la Fundación Hogar de Cristo.

A unos tres cuartos de hora, como a 60 kms., se encuentra Yaguachi. La diócesis de San Jacinto la pisamos en cuanto atravesamos el río Guayas. Viene crecido y es hoy más grande si cabe. Están doblando el ‘puente de la unidad nacional’ que salva esa enorme corriente de aguas turbias que hoy arrastran en su creciente islas verdes de ramas y maderas en las que se embarcan y viajan a la deriva las culebras y otros bichos hasta el mar Pacífico.

Desde el puente sobre el río Yaguachi la gente ya se prepara para recibir a su primer obispo. No unimos enseguida a la comitiva, que se forma desde el puente, en la entrada de esta ciudad. Yaguachi tiene una humilde apariencia, pero se extiende por un raso mar de arrozales que ahora están todos inundados por la estación de las  lluvias. Todo tiene color esmeralda, pero en los bajíos las charcas crían mosquitos portadores de bichos amenazantes como el dengue y otros malos microbios.

Llegamos entre vítores y cantos potenciados por una megafonía exagerada hasta estar de acuerdo con los entusiasmos. Vienen con el nuevo obispo las autoridades locales y provinciales y hasta treinta miembros del colegio episcopal. Nos precede y sigue una multitud de fieles con sus pancartas cada movimiento y banderas de su parroquia.

Llegamos a la celebración;  la preside inicialmente el Sr. Nuncio hasta que después del credo cede la sede y el báculo a su nuevo titular Mons. Aníbal. Antes han leído las bulas de constitución de la diócesis, límites, parroquias, cánones que la constituyen, etc. Largo recuento. Comienza con cuarenta sacerdotes y veinte seminaristas que pasan a  esta nueva iglesia particular. Después leen la bula de nombramiento del primer obispo de san Jacinto de Yaguachi; en seguida le presta obediencia una representación del clero. Firman las actas los testigos, Mons. Arregui  por la diócesis de origen y el sacerdote presente más antiguo. Después las ofrendas y la celebración eucarística hasta la bendición que se alarga con palabras del nuevo pastor; agradece a Dios y hace mención especial a los carmelitas presentes. El P. Marcos lee ahora el mensaje del P. General. No menciona a sus padres ahora enfermos, pero están bien presentes en su corazón. Ningún miembro de la familia ha podido asistir.

Antes de la bendición, pródiga efusión de agua bendita. Alguno preferiría que nos hubiesen bendecido con manguera. Todos hemos estado a treinta grados de temperatura y noventa de humedad. La sauna ha sido eficaz. Terminamos bañados en sudor. Pero así es este clima.

La catedral no le va resultar extraña a Aníbal: está construida en un estilo muy parecido al de la Iglesia de la Victoria. Más discreta en su proporción, pero semejante en decoración y “estilo”. Solo le falta algún ventilador.

Después de la celebración, que ha durado tres horas, nos invitan a un almuercito en el edificio contiguo que es el coliseo de la ciudad. Nos refrigeramos e hidratamos mientras la música bienintencionada pero estridente nos dificulta  la amable conversación.

Después de la mesa, que compartimos los ocho carmelitas, nos vamos con unos recuerditos del alcalde y del nuevo obispo. De paso, por la tarde, visitamos el santuario del Divino Niño. Una de esas nuevas devociones que han prendido con furor tropical, en la ciudad de Durán y en toda la Costa. Durán junto con Naranjal y  Milagro forman la triada de ciudades de más de cien mil habitantes de la nueva diócesis.

De regreso el P. Gabriel paga los helados y las colas, como le corresponde al cumpleañero. En la casa, por la noche, todavía un homenaje más al P. Gabriel en la cena; se unen algunos miembros de la parroquia. Nunca agradeceremos bastante a los padres Edgar y Pablo y a sus colaboradores.

Esperábamos al p. Aníbal esta noche, pero ha demorado su visita para mañana. Algunos ya de mañana se van a regresar a Quito. Por la noche, mientras comentamos el terremoto de Chile, hemos sentido un temblor muy notable que nos ha despertado y espabilado a las cinco y media.

A ver si podemos poner alguna información gráfica de este importen evento.

Gracias a Dios y a la disponibilidad de Mons. Aníbal, Dios nos ha hecho experimentar  hoy el misterio de la Iglesia por la que él quiere congregarnos en la Unidad.



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