viernes, 03 de mayo de 2024

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Superior Provincial



Decálogo para la esperanza en el Vicariato

Al terminar mi visita al Vicariato, quiero expresar algo de lo que he visto y oído en estos días, en clave de alegría y esperanza. La mirada se me ha alargado, todavía más, al compartir con los hermanos y hermanas el Misterio que nos envuelve, al recibir tanto de ellos, al palpar y gustar los lazos, tan hondos, de cariño que nos unen. Solo diciendo Gracias, puedo responder a tanta gracia. Por concretar, de algún modo, mi experiencia, manifiesto mi decálogo de esperanza.

- Florida. Un signo en medio del Vicariato. Un lugar donde se asientan sobre cimientos hondos, carismáticos, las vidas de los que buscan saciar su sed en las fuentes del Carmelo. Todo tiene su importancia: la presencia de las hermanas, el paisaje, los carmelitas seglares y los frailes, la riqueza de culturas y naciones que se dan cita. 

- Santa Cruz de la Sierra. Un camino nuevo de vida y testimonio de una espiritualidad, la del Carmelo, que no puede quedar encerrada en moldes viejos. Un desafío para todo el Vicariato, para ir más allá en la vivencia de Dios en la oración, en la reflexión y comprensión de esa vivencia y en el anuncio gozoso de esa vivencia a las gentes buscadoras de América Latina.

- Las vocaciones uruguayas. Han surgido, después de cien años, como un milagro. Son flores que no sabíamos que estaban dentro de la tierra como semilla. Es muy difícil no conmoverse ante esta novedad. Estos son sus nombres: Pancho (a punto de comenzar el noviciado), Fermín, Joaquín (postulantes), Wilson, Carlos, Iñaki (aspirantes). Le encantarían a nuestra Madre Teresa, y al P. Julio Félix, que está metido en esta aventura.

- Chiquitunga. ¡Un tesoro en el campo del Vicariato! Sigue tocando corazones, despertando la fe dormida de muchos, convocando y acercando a muchos jóvenes a Jesús. Su sonrisa y su gracia se asoman ya por todas partes. Su pasión de amor total agita las aguas tranquilas. Un nuevo libro, del P. Eduardo, sopla un poco más sobre las brasas.

- Las periferias. O sea, los pobres, los jóvenes de la calle, los orillados. Son expresión de un Vicariato en éxodo hacia los más pobres. Presentes, de alguna manera, en todas partes. Por destacar: acogida a los jóvenes de la calle en San Antonio, experiencias que florecen en Remansito, Sembradores de vida en las villas en Montevideo con Chespi, un místico y profeta, a la cabeza.  

- Comunión entre pueblos y culturas. Parecía casi un imposible hace unos años. ¿Cómo cruzar tantas fronteras para formar entre todos una familia de hermanos? ¿Cómo ser una parábola de comunión para un mundo que gime con dolores de parto ansiando otra manera de ser, de convivir? Ya hay señales, ya hay hermanos que han hecho la experiencia y confiesan, cómo no, que reciben infinitamente más de lo que han dado.  

- Frutos vocacionales. Frutos de mucha siembra, día tras día, año tras año: en Queru-Queru, en Tupa Roga, en San José Roga, en Carrasco y en el Prado, en Florida, en La Paz -todo el Vicariato es tierra de siembra vocacional-. Como un goteo de gracia que riega la tierra y la fecunda. Ayer fueron unos, mañana serán otros, ahora es Cornelio. Asumió un enorme desafío: ser formador cuando apenas estaba estrenando su camino. Todo el Vicariato espera con gozo su sacerdocio, todos se encaminan hacia su Troche (Villarrica), su acogedora tierra paraguaya, preparan con ilusión una misión. Huele a fiesta y con razón. 

- Las hermanas carmelitas contemplativas. Nada se entiende sin ellas. El Vicariato tampoco se entiende sin su presencia.  Cada comunidad vive su momento. La oración en ellas no es una linda teoría. Saben lo que es perseverar en la mirada al Amado, aunque nadie las mire desde fuera. El Carmelo se muestra en estas tierras, gracias a ellas, como interioridad embellecida, como fuente que mana. Son el corazón de la familia.

- El Carmelo Seglar. Presente en todas partes. Con vigor en algunos lugares. Más escondido en otros. Siempre, una alegría. Siempre, un desafío para el Vicariato. La familia de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz se extiende entre los laicos, penetra las raíces de los pueblos, se hace paraguaya, boliviana, uruguaya.   

- Cada uno de los hermanos y las comunidades. Con sus dones, también con sus limitaciones y crisis que llevan al crecimiento y a la entrega. Con sus gozos y dolores, con sus perdones que acercan lejanías. Cada uno aportando eso poquito. Aprendiendo a cuidarse unos a otros, sobre todo cuando los años pesan o las sombras, de mil clases, se adueñan de la mente. Desde el P. Vicario, con sus sesenta años de sacerdocio recién celebrados y entregados y su energía eclesial y misionera a lo Teresa de Jesús, hasta el más joven de los jóvenes, que son casi todos. Con Julio Félix y Félix, animándolo todo desde la otra orilla. El sí de cada uno al Señor en esta hora hace ver a un Vicariato levantado, en misión, en fidelidad al Dios que tanto ama.

Este decálogo solo es una pequeña señal que se asoma. Los acentos de cada uno de los hermanos y hermanas, recogidos en tantos momentos de diálogo, los llevo en el corazón. Nade se pierde. Gracias. Un abrazo entrañable. Pedro, provincial.




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