jueves, 25 de abril de 2024

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Feliz Pascua

Cuando los discípulos rumian su tristeza ante el fracaso del Maestro que ha muerto en la cruz, dos mujeres, lo diremos de nuevo, dos mujeres, buscan a su Amado en la madrugada. ¡Qué aporte tan bello a la humanidad! Gracias a todas las mujeres cercanas a nuestra familia del Carmelo Teresiano, gracias por buscar con el corazón a Jesús y por compartir con todos nosotros historias tan bellas de fe.

 

Un ángel les sale al paso: “Ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí. HA RESUCITADO. Va por delante de vosotros”. El Evangelio de la resurrección, que es el mensaje más hermoso que tiene este mundo, no puede quedar sepultado en un sepulcro, es luz que ahuyenta la tiniebla, es perfume que llena de buen olor el mundo entero.   

 

¡Qué bueno que estemos aquí esta noche! ¡Todos! Los de América, los de España, los que estáis en otras naciones. “Cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos” (Papa Francisco). ¡Y cuánto nos espera!  

 

Se acerca a nosotros y nos dice al oído: “Yo soy. No tengas miedo. Yo vivo. Yo soy para ti. Yo vivo para ti. Yo danzo para ti con gritos de júbilo”. ¡Cuántas veces escuchó Teresa de Jesús estas palabras, que la dejaban sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz, que en un punto se veía hecha otra persona.  

 

Hace unos días murió y entró en la vida Iñaki Azkuna, el alcalde de Bilbao. Y antes de morir, compartió con el obispo Mario Iceta estas palabras: “Cristo salió a buscarme, me encontró y me llamó. Y desde entonces ni él me ha dejado a mí, ni yo a él”. Todos nosotros, de una u otra manera, hemos oído esta llamada de Crsito, le hemos abierto la puerta y lo llevamos en el corazón. Al mirarlo resucitado en nuestro interior su rostro ha quedado dibujado en nuestras entrañas como la mejor señal de su presencia amistosa. Ya no queremos vivir sin Él. No queremos caminar sin tan buen Amigo al lado. Su vida es un lujo para nosotros. “Cristo es mío y todo para mí”, cantaba alborozado Juan de la Cruz.   

 

Una mujer de Covarrubias, Sole, maestra en el colegio del pueblo, ha escrito un testimonio de su fe para la revista ORAR. Os leo unas palabras: “Yo no sabría decir en qué momento exacto de mi vida se produjo mi encuentro con Él, pero sí sé que fue a partir de la bondad y la entrega de personas cercanas a mí. Ellas me fueron mostrando el rostro del Dios compasivo, del Dios amor. Poco a poco y a partir de ahí en mi vida nace la necesidad de una búsqueda personal. Esta búsqueda será constante y me permitirá descubrir un camino por el que transitar. Un camino no exento de dificultades y obstáculos.

Vivir y contemplar la vida desde la fe en Jesús resucitado es un gran regalo y un gran privilegio. Desde este prisma del ser creyente, el mundo y todo lo que hay y ocurre en él se descubre de una forma diferente.

Dios me ayuda a vivir de una manera agradecida, me da fuerzas para enfrentarme a los problemas de cada día. Me ayuda a ser más humana, me hace sentir dolor por aquellos que sienten dolor y alegría con aquellos que disfrutan cosas buenas. En mi vida diaria se hace presente en tolo lo bueno, lo verdadero, lo bello y lo humano que hay en ella. Dios en mi vida es equilibrio, me hace bien". Hasta aquí el testimonio.   

¿Nos quedaremos nosotros al margen del encuentro con Jesús? El Papa Francisco, con esa manera suya tan peculiar que tiene de decir las cosas y que tanto nos llega al corazón, nos urge al encuentro con Él: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar o situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”.

 

¿Qué nos pide Jesús cuando se encuentra con nosotros en estaa noche de Pascua? Todos conocemos muchas palabras que nos ha dicho Jesús: Amaos, perdonad, orad, mostrad la compasión y la ternura con los pequeños… Todas son importantes. ¿Pero qué palabra nos dice esta noche? ¿Qué nos pide? La misma que les dice a las mujeres: “ALEGRAOS. ALEGRAOS”. La vocación de los cristianos es la alegría. Cristo nos trae un lujo de alegría que nada ni nadie nos puede quitar. “Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito” (Papa Francisco). En una procesión de Andalucía sacan por las calles a la Señora de la Esperanza. Alfombran las calles de romero. Al pisarlo se extiende el perfume por el pueblo. Esta noche la Señora de la Esperanza se convierte en Señora de la Alegría, porque el trinfo del Hijo es la alegría de la Madre y la alegría de la Madre es ya nuestra alegría. La mejor manera de definirnos los cristianos es decir que somos los hombres y mujeres de la alegría.

 

Jesús nos dice que volvamos a Galilea. ¿Para qué? Para andar el mismo camino que Él anduvo: el camino de la ternura hacia los más pequeños, los enfermos, los niños enfermos, el camino de las bienaventuranzas que da un vuelco total a los valores de este mundo, para poner amor donde no lo hay, para cuidar la vida, para tejer entre todos caminos de paz. “No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!” (Papa Francisco). Hermanos y hermanas: todos somos invitados a vivir como resucitados, a entender la vida desde la resurrección, a pasar por este mundo haciendo el bien. ¡Feliz Pascua! ¡Aleluya! Cristo ha resucitado. Resucitemos con Él. ¡Aleluya!




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