Superior Provincial
En las frescas mañanas escogidas
En la profesión solemne de Fray
Gilberto de San Juan de la Cruz
“Así como es agradable la
frescura de la mañana en la primavera más que las otras partes del día, así lo
es la virtud de la juventud delante de Dios” (San Juan de la Cruz).
Es verdad que Dios siempre se está llamando a las criaturas, lo
hace en todas las horas de la vida, cuando nos parece que podemos hacer algo grande
por Él y por su Reino y cuando, ya casi sin fuerzas, es Él quien lo tiene que
hacer todo.
A ti, Gilberto, hermano y amigo, te ha llamado en la frescura
de tu mañana. Jesús resucitado se te ha aparecido cuando tu vida estaba
amaneciendo y tú, asombrado por una confianza tan inmensa, le has abierto la
puerta y le has dicho que sí, que quieres caminar a su lado porque solo Él sabe
decirte lo que quieres.
Ahora llevas dentro un tesoro –“me encanta mi heredad”-, que
no te puedes guardar para ti solo. Esta visita sorprendente te ha convertido,
de repente, en testigo, en misionero de un anuncio, en consagrado. ¡Un joven
que quiere vivir en obsequio de Jesucristo! ¡Un joven, a quien se le ha metido
un fuego en las entrañas! Tu vida es para todos nosotros la mejor expresión del
amanecer, de la mañana, del día primero. Gracias, hermano.
Es verdad que ha sido Jesús quien te ha buscado y te ha
salido al encuentro. Pero tú también lo has buscado con el amor de tu alma; has
desaprendido caminos y te has dejado liberar. Al amarlo, todo lo suyo es tuyo. Por
eso, su mirada es lo más tuyo y su presencia en tu interioridad es tu identidad
más bella. Al mirarte, lo ves a Él; al caminar, Él camina contigo. Al sufrir,
no estás solo. En tu misión de anunciar una alegría a los que lloran, Jesús
siempre está contigo.
Tu consagración te abre las puertas de nuestra familia del
Carmelo Teresiano. Todo lo nuestro es tuyo, todo es tuyo: las gentes, los
pequeños, los que sufren, los pecadores, los hermanos y hermanas, los ángeles,
la Madre de Dios… “porque Cristo es tuyo y todo para ti”.
Tu consagración te enraíza en un Vicariato que, como tú,
también esta estrenando su andadura. ¡Qué hermoso desafío para ti ser cimiento
de los que están por venir! Con los hermanos y hermanas del Carmelo Teresiano, saldrás
a pie descalzo para hacer frente con la alegría de la Pascua a la pesadez de la
incredulidad y para abrir las puertas cerradas por el miedo.
Tú, joven paraguayo, al profesar en tierras uruguayas, estás
diciéndonos muchas cosas. Nos hablas de dejarlo todo para anunciar a Jesús, que
se despojó de su rango para mostrarnos el amor del Padre. Nos hablas de un
Evangelio, que cruza toda frontera, para hacer visible un proyecto de fraternidad
sorprendente. Nadie te quita nada, lo das todo. Ya no eres más que nadie, eres
hermano, amigo.
Te consagras a tu Señor y Él te consagra. Entras de lleno en
la cultura de la resurrección. Junto a Él estrenas una novedad que no se agota,
porque Él es ahora tu fresca mañana. Del encuentro con Él saldrás cada día, tan
cambiado y tan nuevo, que quien te vea verá un milagro, verá a Jesús.
En tu mochila de peregrino, discípulo y misionero del
Evangelio, llevarás, como pan para el camino, una pasión por Dios y por los
hombres, una pasión que se amasa con el ánimo animoso. Y cuando encuentres a los
pobres por los caminos y te sientes con ellos para compartir el pan y el
pescado junto al fuego, sacarás de tu corazón músicas escondidas y danzarás con
ellos la danza de Jesús.
Tu consagración te pone en manos del Espíritu, que hace de tu
misterio una interioridad habitada. Él, escondido, se asomará en tus ojos para
que vayas por la vida admirando y cantando su obra, para que cuides la fe de
todos y dialogues con todos como un hermano. Con toda tu familia te pondrás, en
gratuidad, al servicio de la vida.
María, jardinera, lloverá sobre ti para que siempre seas un
huerto regado que huela a Jesús.
Gracias, Gilberto. Todos los frailes, monjas y seglares de la
Provincia estamos contigo en la Iglesia del Prado, expectantes ante tu Sí. Tu
Sí es un fruto de la Pascua, tu Sí es nuestra alegría; en tu Sí se asoma la
bondad de Dios que están esperando los pequeños de la tierra. Felicidades. Recibe
el abrazo más entrañable, extensible a todos los que hoy te rodearán en El
Prado, de los hermanos y hermanas de la Provincia.
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